jueves, 17 de diciembre de 2015

AROMA DE JAZMÍN



1


Estocolmo no era una ciudad famosa precisamente por su buen clima. Sin embargo, esa mañana de finales de septiembre amaneció radiante. Lisbet pensó que el universo se había confabulado con ella para compensarla de su gran decepción. En esos momentos debería estar volando hacia España en compañía de Svens, hacia ese país donde la luz y el sol estaban presentes casi todos los días del año. Pero por causas laborales de última hora no pudo acompañarlo.
Con un bostezo abandonó la cama.
Sonrió al entrar en la cocina y ver la mesa. Su adorable Svens le había dejado preparado el desayuno junto a un ramillete de jazmines. Aspiro el intenso perfume sintiendo como se le aceleraba el corazón, del mismo modo que cuatro años atrás cuando se conocieron. Svens era el hombre de su vida, el hombre con el que iba a envejecer; porque él la amaba del mismo modo. Se lo había demostrado cada día, cada hora y en apenas tres meses, se convertiría definitivamente en su mujer.
No es que estuviese interesada en legalizar su situación. Los papeles no tenían la menor importancia para ellos. Pero los padres de Svens eran tradicionales y muy religiosos. Así que, para no disgustarlos, Svens organizó una boda por todo lo alto. Y Lisbet no protestó. Al fin y al cabo, a toda chica le gustaba ser princesa por un día.
El reloj entonó sus campanadas. Respingó. Apenas le quedaba una hora para llegar a la editorial. Se dio una ducha rápida, desayunó y tras vestirse con formalidad, abandonó el apartamento.
Durante toda la jornada estuvo reunida debatiendo las mejores estrategias para la campaña navideña. Era la época más importante para la editorial y debían elegir con prudencia a los autores que serían lanzados en tan productivas fechas.
A las nueve de la noche, agotada y con tan solo un sándwich como cena, cruzó el portal de su edificio.
-Señorita Olsson.
Lisbet sonrió al portero. Era un hombre educado, prudente y muy servicial. Algo inusual en un conserje. Le extrañó que no le diera las buenas noches. 
-Señor Berg. ¿Ocurre algo?
Él carraspeó con incomodidad. Lisbet se temió lo peor. Seven aún no la había llamado. Y su prometido jamás dejó de hacerlo, por muy ocupado que estuviese.
-¿Es sobre Svens? Dígame. ¿Le ha pasado algo?
-No tengo noticias sobre el señor Lindberg. Se trata de… de… Verá… Han venido del juzgado y me han entregado esto para ustedes. 
Lisbet apartó el miedo y sonrió.
-Será un asunto de la boda. Ya sabe, papeleo.
El señor Berg volvió a carraspear.
-No es que quiera meterme en sus asuntos. ¡Válgame Dios! Ya sabe que soy la discreción personificada. No como esos que van dándole al pico sacando las miserias de los demás. Conozco a unos cuantos que deberían dejar la portería. Pero, en este asunto, no he tenido más remedio que enterarme, pues han sido los mismos policías quienes me han puesto al corriente de lo que ocurre. Verá… No se como decir esto, pero…
-¡Por la Virgen Santa, Berg! ¡Hable de una vez, hombre! -se impacientó Lisbet.
-Me han dicho que tienen que abandonar su casa en dos días o serán desahuciados por la fuerza. Siento ser portador de tan malas noticias. Lo siento.
Lisbet lo miró perpleja. Esa notificación no era para ellos. Imposible. El piso estaba pagado y no tenían la menor deuda. Por el contrario, vivían con comodidad gracias a las ganancias del negocio de Svens y el sueldo espléndido que le pagaban en la editorial. 
-Debe ser un error. Será el segundo B. Sé que el señor Borj se ha quedado sin trabajo.
El conserje le entregó el sobre. Ella lo abrió. Era una notificación de embargo y el nombre de Svens Lindberg se reflejaba con claridad. ¿Qué estaba pasando? Tenía que ponerse enseguida en contacto con él.   
-La veo pálida. Le traeré un poco de agua -dijo el portero.
-No se preocupe. Como le he dicho, será una equivocación. Lo solucionaré enseguida. Gracias.
Sin esperar el ascensor, subió los tres pisos y sacó el teléfono. Marcó el número de su prometido.
-Vamos, contesta, contesta.
El buzón de voz le informó de que el usuario estaba ocupado o fuera de cobertura, que dejase un mensaje. Casi histérica le contó lo que estaba sucediendo suplicándole que la llamase enseguida. Se quitó el abrigo y lo dejó caer sin contemplaciones. Abrió el aparador y se sirvió una copa de brandy. Necesitaba algo fuerte que la ayudase a matar esa angustia que aporreaba su estómago. La tragó de un solo golpe, sin dejar de mirar el móvil.
Una hora después, tras averiguar el número del hotel donde se hospedaba Svens, llamó.
-¿Cómo que no hay ningún Lindberg hospedado? Mire bien, por favor.
La recepcionista le confirmó que sus datos eran correctos. Tal vez, el vuelo se retrasó. Eso era. Llamó al aeropuerto. El avión de Svens había aterrizado puntualmente.
-Puede que perdiese el vuelo. ¿Podría decirme si en la lista de pasajeros consta el señor Svens Lindberg? Es importante. No lo localizo y estoy muy preocupada.
La operadora se negó en redondo a darle tal información. De nada sirvieron sus ruegos. La norma de la compañía era proteger los datos de sus clientes, a no ser que se tratase de un caso donde interviniese la policía. Y por supuesto, era absurdo ir a denunciar la desaparición de su prometido. Svens estaba ilocalizable, por el momento. Seguro que las líneas telefónicas no funcionarían correctamente. No debía perder la calma. Lo mejor que podía hacer era relajarse. Una ducha y un chocolate bien caliente la ayudarían.
Tras la ducha, dos tazas de chocolate y unas veinte llamadas, continuaba sin recibir respuesta. Ahora sí que estaba realmente preocupada. Svens era el hombre más puntilloso y metódico que conocía. Siempre que llegaba a su lugar de destino lo primero que hacia era llamarla y ya habían transcurrido demasiadas horas. Algo grave estaba ocurriendo.
Desesperada, llamó a Karee, su jefa y mejor amiga. En pocos minutos, se presentó en el apartamento.
-Cielo, no debes tomártelo a la tremenda. Puede haber mil motivos para que Svens no te llame –dijo tratando de serenarla.
-¿Cuáles? ¡No se me ocurre ninguno lógico! –exclamó Lisbet al borde de un ataque de nervios.
Realmente, pensó Karee, no le faltaba razón. Svens jamás la haría sufrir de un modo tan espantoso a no ser que estuviese gravemente herido o… No quería ni pensarlo. Lisbet jamás superaría algo así.
-Prepararé café. Será una noche larga.
Su amiga la miró con espanto.
-¿Larga? ¿Por qué? ¿Piensas que no llamará? Ya se. Crees que le ha pasado una desgracia. ¿No es así?
-No, cielo. Pienso que hay una diferencia de horario y tal vez, no desee romper tú sueño y más sabiendo el trabajo que te espera en la editorial.
-No se si podré ir a la oficina, ni si seré capaz de concentrarme en el trabajo. Con todo esto…
-Ahora no pienses en ello. Voy a por el café.
Lisbet se quedó mirando fijamente el móvil. De repente, la pantalla se iluminó. Con rapidez abrió el mensaje.
-¿Es él?
Lisbet se echó a llorar.
-¿Qué ocurre?
-Publicidad. Pero… ¡En qué puñetas piensan las compañías mandando publicidad a la una de la madrugada! ¿Están locos? No se de que sirve la protección de datos. ¡Estamos desamparados y nadie hace nada!
Karee dejó la bandeja sobre la mesita y la arropó.
-Perdiendo los nervios no conseguirás nada.
-¿Cómo no voy a perderlos? En cuanto llego a casa el portero me comunica que dentro de dos días nos van a desahuciar y después, Svens desaparece.
Su amiga se apartó ligeramente de ella.
-¿Qué es eso de qué os van a echar de vuestra casa?
Lisbet se sorbió la nariz.
-No tiene importancia. Es un error. Habrán confundido un piso por otro.
-¡Por supuesto que la tiene! Tengas o no razón, la justicia no se anda con miramientos. Mañana a primera hora deberás ir a los juzgados a resolver este entuerto; o te aseguro que sí te echarán de tú casa.
Lisbet comenzó a llorar con más desgarro.
-¿Y qué… puedo hacer yo? El apartamento pertenece… a Svens. Y no llama, no llama…
Unas arrugas se formaron en la frente de Karee.
-Pues, hay que dar con él. ¿Sabes el nombre del cliente al que ha ido a ver? ¿La empresa? ¿No? Cielo, esas cosas se preguntan. Una no puede fiarse de los hombres. Ya se que Svens es distinto. Pero… Ahora tendríamos algo a que agarrarnos. ¡En fin! Lo único que nos queda es esperar. Anda. Toma una taza de café. Te reconfortará.
-Lo único que me quitará esta angustia es que Svens llame.
Pero al amanecer Svens continuaba sin dar señales de vida. Sin embargo, aún no habían transcurrido las horas necesarias para poner una denuncia. Aunque, sí para acudir al juzgado. Karee llamó a la oficina y dio las instrucciones pertinentes para que la sustituyeran aquella mañana.
-Vamos.
-No me siento con fuerzas –musitó Lisbet.
-Querida, las sacarás quieras o no. No puedes dejar que te dejen en la calle. Venga. Ponte el abrigo.
Abatida, Lisbet subió al coche. Se sentía asustada. Si Svens desaparecía de su viada sería  como una nave que había perdido la luz del faro y que se deslizaba hacia las rocas que la partiría en mil pedazos.
El desastre comenzó a suceder en el mismo instante que el funcionario le aseguró que no existía fallo alguno en la ejecución.
-El señor Lindberg ya fue avisado en varias ocasiones. O pagaba a sus acreedores o sería embargado de sus bienes. Hasta el día de hoy no ha respondido ni tampoco se ha presentado. Y el plazo ha expirado.    
-¿De qué deudas habla? Siempre hemos gozado de liquidez. ¡Y mi prometido siempre ha pagado sus facturas! ¡Es un hombre formal! –se exasperó Lisbet.
-Por los informes, lo dudo. Mire. Entiendo su preocupación, pero no siendo familiar no puedo mostrarle el expediente. Pero las hay a montones. Así que, le dice a su prometido que acuda para saldarlas o mañana, antes de las doce de la noche, deberá abandonar su casa, el local de su negocio y entregarnos el coche. Eso es todo. Buenos días.
Ya en el auto, permanecieron unos minutos sin decir nada.
-Svens me ha mentido –musitó Lisbet.
-No, cielo. Solamente ha querido evitarte preocupaciones.
Lisbert le lanzó una mirada iracunda.
-¿Evitar preocupaciones? ¡Por Dios, Karee! Vamos a casarnos en unos meses. Se supone que el compromiso conlleva ser sincero y hacer partícipe a tu pareja de las alegrías y problemas. ¡Lo voy a matar en cuanto llame!
Pero la llamada continuaba sin llegar.
-Esto no es lógico. Siento decirlo, pero me temo que ha tenido que ocurrir una desgracia –dijo Karee.
-Si fuese el caso, lleva la documentación encima. Habrían buscado a la persona de contacto y soy yo –replicó Lisbet.
-En un robo suelen apoderarse de la cartera y objetos de valor. Será mejor que vayamos a la policía y expongamos el caso. Ellos sabrán que hacer. Aunque, omitiremos lo del desahucio –dijo su amiga.
-¿Por qué? –se extrañó Lisbet.
Karee inspiró con fuerza.
-Tú y yo sabemos que Svens es incapaz de cometer una canallada. No obstante, otros no opinarían lo mismo y podrían pensar que ha escapado para evitar los pagos o la cárcel. No pondrían interés en buscarlo.  
Lisbet sintió una punzada en el vientre. ¿Y si esa era la verdad? Le ocultó sus deudas. Y no era lo peor. Estando en bancarrota continuaron viviendo como siempre, disfrutando de los mejores restaurantes, de comprar sin mirar el coste, de escapadas en hoteles de cinco estrellas. No llegaba a comprender la actitud tan poco responsable de Svens.
-¡Voy a volverme loca! –jadeó.
-Hay que averiguar cuanto antes qué ha pasado.
En comisaría explicaron al agente que Svens Lindberg se encontraba desaparecido.
-Aún no ha pasado el tiempo estipulado. De todos modos, tomamos nota. Mañana podremos llamar al aeropuerto e indagar si iba en ese avión. En caso afirmativo, daremos parte a las autoridades de Barcelona. Ellos investigarán a conciencia. No lo dude. Encontraremos a su prometido. Tome mi tarjeta. Si tiene alguna noticia, me llama. Sea la hora que sea. No se preocupe. Seguro que estará bien.
Ya en casa, ante la impasibilidad de Lisbet, Karee tomó las riendas de la situación.
-Querida, no quiero ser la mala de la película, pero hay que comenzar a recoger tus cosas. Esta noche no la podrás pasar aquí y como precinten el apartamento, te quedarás sin nada.
-No pueden quitarme lo mío.
-¡Oh, si! La ley arrasa sin tener en cuenta ningún sentimiento. Todo lo que está aquí, en teoría, pertenece a Svens. Deja de recrearte en tus desdichas y levántate. Yo pondré la ropa en las maletas. Tú recoge objetos personales. Lo demás lo guardaremos en mi trastero. ¡Venga! ¡Mueve el culo!   

2


Ante la evidencia de la situación, Lisbet no tuvo más remedio que aceptar la hospitalidad de su amiga. Sus objetos más preciados estaban en el trastero y su ropa en la habitación de invitados. Miró el cuadro que colgaba sobre la cama. Una mujer surgía de la niebla provocada por el tren que se alejaba. Sus ojos miraban hacia el infinito con un halo de preocupación, como si ese andén fuese el inicio de una vida incierta.
Ella era esa mujer. De la noche a la mañana, su vida serena y planificada dejó de existir. Porque, ya habían pasado veinticuatro horas sin noticias de Svens y eso significaba que se encontraba en serios apuros. 
Intentó apartar la idea más horrorosa de la cabeza. Lo mejor sería darse un baño. Llenó la bañera de latón dorado. La nueva decoración era exquisita. Nada estaba fuera de lugar. Y lo más sorprendente era que, fue la misma Karee quien se ocupó de ello. Odiaba la idea de que un decorador se ocupase del lugar más íntimo que poseía una persona. En realidad, a Karee no le gustaba que nadie dirigiese su vida. Por esa causa, a sus cuarenta años, continuaba soltera y por el momento, sin un hombre a su lado. En cambio, para ella, la soledad era una losa que la oprimía. Ya en el instituto comenzó a salir con Henrick. Su relación duró hasta el primer curso de universidad, confirmándose que las relaciones a distancia no solían fructificar. La soltería apenas le duró dos meses. El sustituto fue Olav, un estudiante de medicina. Fue toda una sorpresa que se fijase en ella, pues era uno de los más deseados por las féminas. Y ella, precisamente, no era un bellezón ni nada popular. Así que, se lo tomó como una aventura sin futuro. Sin embargo, no se separaron hasta que el consiguió una plaza en el Hospital Kech de los Ángeles. No estuvo dispuesta a dejar a sus amigos, su familia y trabajo por seguir a un hombre que tal vez, con el tiempo, marcharía de su vida.
Al principio sufrió con la ruptura. Sin embargo, el trabajo fue un gran bálsamo. Karee la trasladó al departamento de lectura donde descubrió a grandes autores y también, en esos días, al hombre con el que sí deseaba pasar el resto de sus días; ya fuese en Estocolmo o en el confín de la tierra. Pero ahora, su gran amor no daba señales de vida.
Cuando entró en el salón, Karee ya había llegado de la editorial.
-Tómate esta copa. Te irá bien.
Por la expresión de su rostro, supo que algo iba mal. Muy mal. Su faz se tornó nívea al igual que el color del sofá en el que cayó lentamente.
-No es lo que piensas. Aunque yo, la verdad, preferiría que estuviese muerto.
-¡Karee, por Dios! -explotó Lisbet.
-Acaba de llamar el comisario. Han localizado a Svens. Bueno, más bien saben que vuelo tomó. Y querida… -Karee hizo una pausa para tragar de un solo golpe el Oporto -no voló hacia España. Tomó el avión que partía hacia Cuba.
Lisbet tardó en reaccionar.
-¿Cuba? No. Es un error.    
-La policía lo ha comprobado. 
-Será otro Svens.
-Su pasaporte canta, cielo. Está en La Habana. En ese país no existe la extradición. Cielo, el muy sinvergüenza te la ha jugado.
Lisbet sacudió la cabeza.
-¿Qué dices? Svens es un hombre magnífico. Jamás haría algo semejante.
-¿Magnífico? Por sus acciones, no lo está demostrando. Tu querido prometido está hasta el cuello de deudas y en lugar de afrontarlas, ha escapado como una gallina dejándote en la estacada. Lo tenía todo bien planeado.
-No es verdad. Íbamos a viajar los dos juntos. Pero se fue retrasando a causa del cliente  y al llegar estas fechas me vi obligada a quedarme.   
-Un cliente que ni sabes como se llama ni tienes la menor idea de cuál es su empresa. Te dio un hotel al que nunca llegó y no se ha molestado en llamarte. No te puso al tanto de su situación económica, ni que estaba amenazado por su deudores. Tal como lo veo, el plan era hacerte creer que disfrutaríais de un viaje romántico. Pero nada más lejos de su intención. Los retrasos estaban bien planeados para que coincidieran con el enorme trabajo en la editorial y el plazo estipulado para los embargos.  Los hechos son los hechos. A no ser, que prefieras la otra explicación. Con franqueza, yo la preferiría. Siempre es más llevadero que la dejen a una por causas imperiosas -dijo Karee.
-¡Por la Virgen Santa! ¿Es qué no tienes entrañas? –se horrorizó Lisbet.
-Claro que sí. Tengo sensibilidad. Pero también soy muy franca, ya lo sabes. Y lo que ahora te digo es que dejes de actuar como una cobarde y te enfrentes a la verdad. No puedes permitir que ese cabrón te hunda.
-¿Qué verdad? Todo son especulaciones.  
-¿Crees que todos los Svens Linsberg del mundo se han puesto de acuerdo para ir a Cuba? ¡Por Dios! Siempre te he considerado una mujer sensata y cerebral. Analízalo y comprobarás que Svens no es el hombre que pensabas.
-No puede ser. No que durante tantos años me haya mantenido engañada. Una mujer nota si el hombre que está a su lado la ama. Sus gestos, su actitud, sus risas, su forma de amarme con pasión, han sido evidencia se su amor.
-No me refiero a sentimientos, querida. Sé que Svens te adora. Sin embargo, su cobardía es tanta que no le ha importado dejarte sin la menor consideración. ¡Joder! Al menos hubiese podido llamar e impedir que sufrieras. ¡Si lo tuviese delante lo ahogaría con mis propias manos!     
Lisbet se hundió en el sofá. ¿Tendría razón Karee? ¿Svens era ese hombre pusilánime que sus pavores lo dominaban tanto que no le importaba lastimar a los demás? ¿Qué dirían sus padres?
-¡Sus padres! ¡Qué idiota! ¿Cómo no se me había ocurrido? -gritó.
Se lanzó hacia el teléfono y marcó.
-Helga. Soy Lisbet. ¿Sabes algo de Svens?
Karee aguardó impaciente, mientras veía como la faz de su amiga se tornaba blanquecina. ¿Se habrían equivocado todos y realmente a Svens le había sucedido algo fatal? En cuanto colgó, preguntó con ansia.
-¿Qué? ¡Habla, por Dios!
-Helga me ha confirmado que su hijo está en La Habana.
Lisbet rompió a llorar con desgarro. Karee la abrazó con fuerza y dejó que se desahogara. Varios minutos después, Lisbet se separó de ella.
-¿Qué te ha contado?
-La llamó anoche y… no sabía como decírmelo. Por eso… ha esperado a que llamase yo. La mujer no tenía ni idea de los planes de su hijo. Está destrozada.
-¿Y Svens no pudo pedirles ayuda? -se extrañó Karee.
-Svens ha sido un hombre de éxito. Bueno, en vista de lo acontecido, lo parecía. Pero sus padres son de origen humilde y carecen de ahorros. ¿Cómo ha podido hacerme esto? Iba a ser su esposa. ¿Por qué no me llevó con él? ¿Qué voy a hacer ahora? 
Karee la miró pasmada.
-¿Te estas escuchando? ¿Irte con un estafador? ¿Dejar el trabajo que adoras y ser una fugitiva el resto de tus días? Espero que sea fruto de la confusión, porque de otro modo, pensaría realmente que estás loca.
-El era todo mi mundo.
Karee se sirvió más oporto y dio un trago largo.
-Tú lo has dicho: Era. En pasado. Punto y final. Ese hombre no merece ni un segundo de tu vida. ¡Ha sido un cabrón!
-Y el hombre que he amado y que sigo amando. ¿O crees que una puede borrar de un plumazo los sentimientos? -protestó Lisbet.
-Tratándose de un canalla, sí. Te ha abandonado. ¿Lo entiendes? Y no tiene la menor intención de volver. Ahora, lo que debes hacer es pensar en salir adelante. Ya sé que costará, pero el tiempo todo lo cura y estoy convencida que Svens pasará a ser un recuerdo; si no bueno, agridulce. Un hombre como el que mereces te traerá de nuevo la felicidad. Ya lo verás.
Lisbet soltó una risa amarga.
-¿Otro hombre?
-Bueno, no ahora mismo, cielo. Lo primordial es centrarte en superar este mal trago. Y para ello nada mejor que mantenerse ocupada. 
-Temo que no estaré concentrada para la revisión de manuscritos.
Karee le tendió la copa de vino y sonrió.
-Soy tu jefa, pero antes que nada tú mejor amiga. Tienes otras prioridades más importantes que el trabajo. Recuperarte del golpe y buscar un apartamento. No es que quiera echarte. Pero la mejor terapia es comenzar de nuevo y nada mejor que una casa sin historia. Y ve olvidándote de ir a tus lugres preferidos. El pasado junto a Svens hay que borrarlo del mapa. Incluso puedes hacer una escapada. El campo es ideal para aclarar las ideas. Conozco un hotelito que parece surgido de un cuento de hadas. Lo dirige una amiga y es encantadora. Te tratará de perlas.
Lisbet se frotó la frente con las dos manos.
-Ahora no puedo pensar.
-Pues mejor. Como dicen en España, al toro hay que cogerlo por los cuernos… ¡Uy! Perdón, perdón. ¡Qué estúpida soy!
-No puedo pedir a los que están a mi alrededor que sean prudentes para evitar dañarme. Y ese refrán, es muy inteligente. Sé que regodeándome en mí pena aún me deprimiré más. Pero por favor, hoy no me pidas más. 
-Pues, lo haré. Mañana comenzaremos a organizarlo todo. Ahora te darás un buen baño. Te  acostarás, te llevaré una taza de sopa y dormirás como un bebé. No admito una protesta. ¿Entendido?








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