1
Estocolmo
no era una ciudad famosa precisamente por su buen clima. Sin embargo, esa
mañana de finales de septiembre amaneció radiante. Lisbet pensó que
el universo se había confabulado con ella para compensarla de su gran
decepción. En esos momentos debería estar volando hacia España en compañía
de Svens, hacia ese país donde la luz y el sol estaban presentes casi
todos los días del año. Pero por causas laborales de última hora no pudo
acompañarlo.
Con un
bostezo abandonó la cama.
Sonrió
al entrar en la cocina y ver la mesa. Su adorable Svens le había dejado
preparado el desayuno junto a un ramillete de jazmines. Aspiro el intenso
perfume sintiendo como se le aceleraba el corazón, del mismo modo que cuatro
años atrás cuando se conocieron. Svens era el hombre de su vida, el hombre con
el que iba a envejecer; porque él la amaba del mismo modo. Se lo había
demostrado cada día, cada hora y en apenas tres meses, se convertiría
definitivamente en su mujer.
No es
que estuviese interesada en legalizar su situación. Los papeles no tenían la
menor importancia para ellos. Pero los padres de Svens eran
tradicionales y muy religiosos. Así que, para no disgustarlos, Svens organizó
una boda por todo lo alto. Y Lisbet no protestó. Al fin y al cabo, a toda
chica le gustaba ser princesa por un día.
El
reloj entonó sus campanadas. Respingó. Apenas le quedaba una hora para
llegar a la editorial. Se dio una ducha rápida, desayunó y tras
vestirse con formalidad, abandonó el apartamento.
Durante
toda la jornada estuvo reunida debatiendo las mejores estrategias para la
campaña navideña. Era la época más importante para la editorial y debían elegir
con prudencia a los autores que serían lanzados en tan productivas fechas.
A las
nueve de la noche, agotada y con tan solo un sándwich como cena, cruzó el
portal de su edificio.
-Señorita
Olsson.
Lisbet
sonrió al portero. Era un hombre educado, prudente y muy servicial. Algo
inusual en un conserje. Le extrañó que no le diera las buenas noches.
-Señor
Berg. ¿Ocurre algo?
Él
carraspeó con incomodidad. Lisbet se temió lo peor. Seven aún no la había
llamado. Y su prometido jamás dejó de hacerlo, por muy ocupado que estuviese.
-¿Es
sobre Svens? Dígame. ¿Le ha pasado algo?
-No
tengo noticias sobre el señor Lindberg. Se trata de… de… Verá… Han venido del
juzgado y me han entregado esto para ustedes.
Lisbet
apartó el miedo y sonrió.
-Será
un asunto de la boda. Ya sabe, papeleo.
El
señor Berg volvió a carraspear.
-No es
que quiera meterme en sus asuntos. ¡Válgame Dios! Ya sabe que soy la
discreción personificada. No como esos que van dándole al pico sacando las
miserias de los demás. Conozco a unos cuantos que deberían dejar la
portería. Pero, en este asunto, no he tenido más remedio que enterarme, pues
han sido los mismos policías quienes me han puesto al corriente de lo que
ocurre. Verá… No se como decir esto, pero…
-¡Por
la Virgen Santa, Berg! ¡Hable de una vez, hombre! -se impacientó Lisbet.
-Me
han dicho que tienen que abandonar su casa en dos días o serán desahuciados por
la fuerza. Siento ser portador de tan malas noticias. Lo siento.
Lisbet
lo miró perpleja. Esa notificación no era para ellos. Imposible. El piso estaba
pagado y no tenían la menor deuda. Por el contrario, vivían con comodidad
gracias a las ganancias del negocio de Svens y el sueldo espléndido que le
pagaban en la editorial.
-Debe
ser un error. Será el segundo B. Sé que el señor Borj se ha
quedado sin trabajo.
El
conserje le entregó el sobre. Ella lo abrió. Era una notificación de
embargo y el nombre de Svens Lindberg se reflejaba con claridad. ¿Qué
estaba pasando? Tenía que ponerse enseguida en contacto con él.
-La
veo pálida. Le traeré un poco de agua -dijo el portero.
-No se
preocupe. Como le he dicho, será una equivocación. Lo solucionaré enseguida.
Gracias.
Sin
esperar el ascensor, subió los tres pisos y sacó el teléfono. Marcó el número
de su prometido.
-Vamos,
contesta, contesta.
El
buzón de voz le informó de que el usuario estaba ocupado o fuera de cobertura,
que dejase un mensaje. Casi histérica le contó lo que estaba sucediendo
suplicándole que la llamase enseguida. Se quitó el abrigo y lo dejó caer sin
contemplaciones. Abrió el aparador y se sirvió una copa de brandy. Necesitaba
algo fuerte que la ayudase a matar esa angustia que aporreaba su estómago. La
tragó de un solo golpe, sin dejar de mirar el móvil.
Una
hora después, tras averiguar el número del hotel donde se hospedaba Svens, llamó.
-¿Cómo
que no hay ningún Lindberg hospedado? Mire bien, por favor.
La
recepcionista le confirmó que sus datos eran correctos. Tal vez, el vuelo se
retrasó. Eso era. Llamó al aeropuerto. El avión de Svens había aterrizado
puntualmente.
-Puede
que perdiese el vuelo. ¿Podría decirme si en la lista de pasajeros consta el
señor Svens Lindberg? Es importante. No lo localizo y estoy muy preocupada.
La
operadora se negó en redondo a darle tal información. De nada sirvieron sus
ruegos. La norma de la compañía era proteger los datos de sus clientes, a no
ser que se tratase de un caso donde interviniese la policía. Y por supuesto,
era absurdo ir a denunciar la desaparición de su prometido. Svens estaba
ilocalizable, por el momento. Seguro que las líneas telefónicas no funcionarían
correctamente. No debía perder la calma. Lo mejor que podía hacer era
relajarse. Una ducha y un chocolate bien caliente la ayudarían.
Tras
la ducha, dos tazas de chocolate y unas veinte llamadas, continuaba sin recibir
respuesta. Ahora sí que estaba realmente preocupada. Svens era el hombre más
puntilloso y metódico que conocía. Siempre que llegaba a su lugar de destino lo
primero que hacia era llamarla y ya habían transcurrido demasiadas horas. Algo
grave estaba ocurriendo.
Desesperada,
llamó a Karee, su jefa y mejor amiga. En pocos minutos, se presentó en el
apartamento.
-Cielo,
no debes tomártelo a la tremenda. Puede haber mil motivos para que Svens no te
llame –dijo tratando de serenarla.
-¿Cuáles?
¡No se me ocurre ninguno lógico! –exclamó Lisbet al borde de un ataque de
nervios.
Realmente,
pensó Karee, no le faltaba razón. Svens jamás la haría sufrir de un modo tan
espantoso a no ser que estuviese gravemente herido o… No quería ni pensarlo.
Lisbet jamás superaría algo así.
-Prepararé
café. Será una noche larga.
Su
amiga la miró con espanto.
-¿Larga?
¿Por qué? ¿Piensas que no llamará? Ya se. Crees que le ha pasado una desgracia.
¿No es así?
-No,
cielo. Pienso que hay una diferencia de horario y tal vez, no desee romper tú
sueño y más sabiendo el trabajo que te espera en la editorial.
-No se
si podré ir a la oficina, ni si seré capaz de concentrarme en el trabajo. Con
todo esto…
-Ahora
no pienses en ello. Voy a por el café.
Lisbet
se quedó mirando fijamente el móvil. De repente, la pantalla se iluminó. Con
rapidez abrió el mensaje.
-¿Es
él?
Lisbet
se echó a llorar.
-¿Qué
ocurre?
-Publicidad.
Pero… ¡En qué puñetas piensan las compañías mandando publicidad a la una de la
madrugada! ¿Están locos? No se de que sirve la protección de datos. ¡Estamos desamparados
y nadie hace nada!
Karee
dejó la bandeja sobre la mesita y la arropó.
-Perdiendo
los nervios no conseguirás nada.
-¿Cómo
no voy a perderlos? En cuanto llego a casa el portero me comunica que dentro de
dos días nos van a desahuciar y después, Svens desaparece.
Su
amiga se apartó ligeramente de ella.
-¿Qué
es eso de qué os van a echar de vuestra casa?
Lisbet
se sorbió la nariz.
-No
tiene importancia. Es un error. Habrán confundido un piso por otro.
-¡Por
supuesto que la tiene! Tengas o no razón, la justicia no se anda con
miramientos. Mañana a primera hora deberás ir a los juzgados a resolver este
entuerto; o te aseguro que sí te echarán de tú casa.
Lisbet
comenzó a llorar con más desgarro.
-¿Y
qué… puedo hacer yo? El apartamento pertenece… a Svens. Y no llama, no llama…
Unas
arrugas se formaron en la frente de Karee.
-Pues,
hay que dar con él. ¿Sabes el nombre del cliente al que ha ido a ver? ¿La
empresa? ¿No? Cielo, esas cosas se preguntan. Una no puede fiarse de los
hombres. Ya se que Svens es distinto. Pero… Ahora tendríamos algo a que
agarrarnos. ¡En fin! Lo único que nos queda es esperar. Anda. Toma una taza de
café. Te reconfortará.
-Lo
único que me quitará esta angustia es que Svens llame.
Pero
al amanecer Svens continuaba sin dar señales de vida. Sin embargo, aún no
habían transcurrido las horas necesarias para poner una denuncia. Aunque, sí
para acudir al juzgado. Karee llamó a la oficina y dio las instrucciones
pertinentes para que la sustituyeran aquella mañana.
-Vamos.
-No me
siento con fuerzas –musitó Lisbet.
-Querida,
las sacarás quieras o no. No puedes dejar que te dejen en la calle. Venga. Ponte
el abrigo.
Abatida,
Lisbet subió al coche. Se sentía asustada. Si Svens desaparecía de su viada
sería como una nave que había perdido la
luz del faro y que se deslizaba hacia las rocas que la partiría en mil pedazos.
El
desastre comenzó a suceder en el mismo instante que el funcionario le aseguró
que no existía fallo alguno en la ejecución.
-El
señor Lindberg ya fue avisado en varias ocasiones. O pagaba a sus acreedores o
sería embargado de sus bienes. Hasta el día de hoy no ha respondido ni tampoco
se ha presentado. Y el plazo ha expirado.
-¿De
qué deudas habla? Siempre hemos gozado de liquidez. ¡Y mi prometido siempre ha
pagado sus facturas! ¡Es un hombre formal! –se exasperó Lisbet.
-Por
los informes, lo dudo. Mire. Entiendo su preocupación, pero no siendo familiar
no puedo mostrarle el expediente. Pero las hay a montones. Así que, le dice a
su prometido que acuda para saldarlas o mañana, antes de las doce de la noche,
deberá abandonar su casa, el local de su negocio y entregarnos el coche. Eso es
todo. Buenos días.
Ya en
el auto, permanecieron unos minutos sin decir nada.
-Svens
me ha mentido –musitó Lisbet.
-No,
cielo. Solamente ha querido evitarte preocupaciones.
Lisbert
le lanzó una mirada iracunda.
-¿Evitar
preocupaciones? ¡Por Dios, Karee! Vamos a casarnos en unos meses. Se supone que
el compromiso conlleva ser sincero y hacer partícipe a tu pareja de las
alegrías y problemas. ¡Lo voy a matar en cuanto llame!
Pero
la llamada continuaba sin llegar.
-Esto
no es lógico. Siento decirlo, pero me temo que ha tenido que ocurrir una
desgracia –dijo Karee.
-Si
fuese el caso, lleva la documentación encima. Habrían buscado a la persona de
contacto y soy yo –replicó Lisbet.
-En un
robo suelen apoderarse de la cartera y objetos de valor. Será mejor que vayamos
a la policía y expongamos el caso. Ellos sabrán que hacer. Aunque, omitiremos
lo del desahucio –dijo su amiga.
-¿Por
qué? –se extrañó Lisbet.
Karee
inspiró con fuerza.
-Tú y
yo sabemos que Svens es incapaz de cometer una canallada. No obstante, otros no
opinarían lo mismo y podrían pensar que ha escapado para evitar los pagos o la
cárcel. No pondrían interés en buscarlo.
Lisbet
sintió una punzada en el vientre. ¿Y si esa era la verdad? Le ocultó sus
deudas. Y no era lo peor. Estando en bancarrota continuaron viviendo como
siempre, disfrutando de los mejores restaurantes, de comprar sin mirar el
coste, de escapadas en hoteles de cinco estrellas. No llegaba a comprender la
actitud tan poco responsable de Svens.
-¡Voy
a volverme loca! –jadeó.
-Hay
que averiguar cuanto antes qué ha pasado.
En
comisaría explicaron al agente que Svens Lindberg se encontraba desaparecido.
-Aún
no ha pasado el tiempo estipulado. De todos modos, tomamos nota. Mañana
podremos llamar al aeropuerto e indagar si iba en ese avión. En caso
afirmativo, daremos parte a las autoridades de Barcelona. Ellos investigarán a
conciencia. No lo dude. Encontraremos a su prometido. Tome mi tarjeta. Si tiene
alguna noticia, me llama. Sea la hora que sea. No se preocupe. Seguro que
estará bien.
Ya en
casa, ante la impasibilidad de Lisbet, Karee tomó las riendas de la situación.
-Querida,
no quiero ser la mala de la película, pero hay que comenzar a recoger tus
cosas. Esta noche no la podrás pasar aquí y como precinten el apartamento, te
quedarás sin nada.
-No
pueden quitarme lo mío.
-¡Oh,
si! La ley arrasa sin tener en cuenta ningún sentimiento. Todo lo que está
aquí, en teoría, pertenece a Svens. Deja de recrearte en tus desdichas y
levántate. Yo pondré la ropa en las maletas. Tú recoge objetos personales. Lo
demás lo guardaremos en mi trastero. ¡Venga! ¡Mueve el culo!
2
Ante
la evidencia de la situación, Lisbet no tuvo más remedio que aceptar la
hospitalidad de su amiga. Sus objetos más preciados estaban en el trastero y su
ropa en la habitación de invitados. Miró el cuadro que colgaba sobre la cama.
Una mujer surgía de la niebla provocada por el tren que se alejaba. Sus ojos
miraban hacia el infinito con un halo de preocupación, como si ese andén fuese
el inicio de una vida incierta.
Ella
era esa mujer. De la noche a la mañana, su vida serena y planificada
dejó de existir. Porque, ya habían pasado veinticuatro horas sin
noticias de Svens y eso significaba que se encontraba en serios
apuros.
Intentó
apartar la idea más horrorosa de la cabeza. Lo mejor sería darse un
baño. Llenó la bañera de latón dorado. La nueva decoración era
exquisita. Nada estaba fuera de lugar. Y lo más sorprendente era que, fue
la misma Karee quien se ocupó de ello. Odiaba la idea de que un decorador se
ocupase del lugar más íntimo que poseía una persona. En realidad, a Karee
no le gustaba que nadie dirigiese su vida. Por esa causa, a sus cuarenta años,
continuaba soltera y por el momento, sin un hombre a su lado. En cambio, para
ella, la soledad era una losa que la oprimía. Ya en el instituto comenzó a
salir con Henrick. Su relación duró hasta el primer curso de universidad,
confirmándose que las relaciones a distancia no solían fructificar. La
soltería apenas le duró dos meses. El sustituto fue Olav, un estudiante de
medicina. Fue toda una sorpresa que se fijase en ella, pues era uno de los más
deseados por las féminas. Y ella, precisamente, no era un bellezón ni nada
popular. Así que, se lo tomó como una aventura sin futuro. Sin embargo, no
se separaron hasta que el consiguió una plaza en el Hospital
Kech de los Ángeles. No estuvo dispuesta a dejar a sus amigos, su familia y
trabajo por seguir a un hombre que tal vez, con el tiempo, marcharía de su
vida.
Al
principio sufrió con la ruptura. Sin embargo, el trabajo fue un gran
bálsamo. Karee la trasladó al departamento de lectura donde descubrió a grandes
autores y también, en esos días, al hombre con el que sí deseaba pasar el resto
de sus días; ya fuese en Estocolmo o en el confín de la tierra. Pero ahora, su
gran amor no daba señales de vida.
Cuando
entró en el salón, Karee ya había llegado de la editorial.
-Tómate
esta copa. Te irá bien.
Por la
expresión de su rostro, supo que algo iba mal. Muy mal. Su faz se tornó nívea
al igual que el color del sofá en el que cayó lentamente.
-No es
lo que piensas. Aunque yo, la verdad, preferiría que estuviese muerto.
-¡Karee,
por Dios! -explotó Lisbet.
-Acaba
de llamar el comisario. Han localizado a Svens. Bueno, más bien saben que
vuelo tomó. Y querida… -Karee hizo una pausa para tragar de un solo golpe el
Oporto -no voló hacia España. Tomó el avión que partía hacia Cuba.
Lisbet
tardó en reaccionar.
-¿Cuba?
No. Es un error.
-La
policía lo ha comprobado.
-Será
otro Svens.
-Su
pasaporte canta, cielo. Está en La Habana. En ese país no existe la
extradición. Cielo, el muy sinvergüenza te la ha jugado.
Lisbet
sacudió la cabeza.
-¿Qué
dices? Svens es un hombre magnífico. Jamás haría algo semejante.
-¿Magnífico?
Por sus acciones, no lo está demostrando. Tu querido prometido está hasta el
cuello de deudas y en lugar de afrontarlas, ha escapado como una gallina
dejándote en la estacada. Lo tenía todo bien planeado.
-No es
verdad. Íbamos a viajar los dos juntos. Pero se fue retrasando a
causa del cliente y al llegar estas fechas me vi obligada a
quedarme.
-Un
cliente que ni sabes como se llama ni tienes la menor idea de cuál es su
empresa. Te dio un hotel al que nunca llegó y no se ha molestado en llamarte.
No te puso al tanto de su situación económica, ni que estaba amenazado por su
deudores. Tal como lo veo, el plan era hacerte creer que disfrutaríais de un
viaje romántico. Pero nada más lejos de su intención. Los retrasos estaban bien
planeados para que coincidieran con el enorme trabajo en la editorial y el plazo
estipulado para los embargos. Los hechos son los hechos. A no
ser, que prefieras la otra explicación. Con franqueza, yo la preferiría.
Siempre es más llevadero que la dejen a una por causas imperiosas -dijo Karee.
-¡Por
la Virgen Santa! ¿Es qué no tienes entrañas? –se horrorizó Lisbet.
-Claro
que sí. Tengo sensibilidad. Pero también soy muy franca, ya lo sabes. Y lo que
ahora te digo es que dejes de actuar como una cobarde y te enfrentes a la
verdad. No puedes permitir que ese cabrón te hunda.
-¿Qué
verdad? Todo son especulaciones.
-¿Crees
que todos los Svens Linsberg del mundo se han puesto de acuerdo para ir a Cuba?
¡Por Dios! Siempre te he considerado una mujer sensata y cerebral. Analízalo y
comprobarás que Svens no es el hombre que pensabas.
-No
puede ser. No que durante tantos años me haya mantenido engañada. Una
mujer nota si el hombre que está a su lado la ama. Sus gestos, su actitud, sus
risas, su forma de amarme con pasión, han sido evidencia se su amor.
-No me
refiero a sentimientos, querida. Sé que Svens te adora. Sin
embargo, su cobardía es tanta que no le ha importado dejarte sin la
menor consideración. ¡Joder! Al menos hubiese podido llamar e impedir que
sufrieras. ¡Si lo tuviese delante lo ahogaría con mis propias manos!
Lisbet
se hundió en el sofá. ¿Tendría razón Karee? ¿Svens era ese hombre
pusilánime que sus pavores lo dominaban tanto que no le importaba lastimar a
los demás? ¿Qué dirían sus padres?
-¡Sus
padres! ¡Qué idiota! ¿Cómo no se me había ocurrido? -gritó.
Se
lanzó hacia el teléfono y marcó.
-Helga.
Soy Lisbet. ¿Sabes algo de Svens?
Karee
aguardó impaciente, mientras veía como la faz de su amiga se tornaba
blanquecina. ¿Se habrían equivocado todos y realmente a Svens le había sucedido
algo fatal? En cuanto colgó, preguntó con ansia.
-¿Qué?
¡Habla, por Dios!
-Helga
me ha confirmado que su hijo está en La Habana.
Lisbet
rompió a llorar con desgarro. Karee la abrazó con fuerza y dejó que se
desahogara. Varios minutos después, Lisbet se separó de ella.
-¿Qué
te ha contado?
-La
llamó anoche y… no sabía como decírmelo. Por eso… ha esperado a que llamase
yo. La mujer no tenía ni idea de los planes de su hijo. Está destrozada.
-¿Y Svens
no pudo pedirles ayuda? -se extrañó Karee.
-Svens
ha sido un hombre de éxito. Bueno, en vista de lo acontecido, lo parecía. Pero
sus padres son de origen humilde y carecen de ahorros. ¿Cómo ha podido
hacerme esto? Iba a ser su esposa. ¿Por qué no me llevó con él? ¿Qué voy a
hacer ahora?
Karee
la miró pasmada.
-¿Te
estas escuchando? ¿Irte con un estafador? ¿Dejar el trabajo que adoras
y ser una fugitiva el resto de tus días? Espero que sea fruto de la
confusión, porque de otro modo, pensaría realmente que estás loca.
-El
era todo mi mundo.
Karee
se sirvió más oporto y dio un trago largo.
-Tú lo
has dicho: Era. En pasado. Punto y final. Ese hombre no merece ni un segundo de
tu vida. ¡Ha sido un cabrón!
-Y el
hombre que he amado y que sigo amando. ¿O crees que una puede borrar de un
plumazo los sentimientos? -protestó Lisbet.
-Tratándose
de un canalla, sí. Te ha abandonado. ¿Lo entiendes? Y no tiene la menor
intención de volver. Ahora, lo que debes hacer es pensar en salir adelante. Ya
sé que costará, pero el tiempo todo lo cura y estoy convencida que Svens pasará
a ser un recuerdo; si no bueno, agridulce. Un hombre como el que mereces
te traerá de nuevo la felicidad. Ya lo verás.
Lisbet
soltó una risa amarga.
-¿Otro
hombre?
-Bueno,
no ahora mismo, cielo. Lo primordial es centrarte en superar este mal
trago. Y para ello nada mejor que mantenerse ocupada.
-Temo
que no estaré concentrada para la revisión de manuscritos.
Karee
le tendió la copa de vino y sonrió.
-Soy
tu jefa, pero antes que nada tú mejor amiga. Tienes otras prioridades más
importantes que el trabajo. Recuperarte del golpe y buscar un apartamento.
No es que quiera echarte. Pero la mejor terapia es comenzar de nuevo y nada
mejor que una casa sin historia. Y ve olvidándote de ir a tus lugres preferidos.
El pasado junto a Svens hay que borrarlo del mapa. Incluso puedes hacer una
escapada. El campo es ideal para aclarar las ideas. Conozco un hotelito
que parece surgido de un cuento de hadas. Lo dirige una amiga y es
encantadora. Te tratará de perlas.
Lisbet
se frotó la frente con las dos manos.
-Ahora
no puedo pensar.
-Pues
mejor. Como dicen en España, al toro hay que cogerlo por los cuernos… ¡Uy!
Perdón, perdón. ¡Qué estúpida soy!
-No
puedo pedir a los que están a mi alrededor que sean prudentes para evitar
dañarme. Y ese refrán, es muy inteligente. Sé que regodeándome en mí pena aún
me deprimiré más. Pero por favor, hoy no me pidas más.
-Pues,
lo haré. Mañana comenzaremos a organizarlo todo. Ahora te darás un buen
baño. Te acostarás, te llevaré una taza de sopa y dormirás como un
bebé. No admito una protesta. ¿Entendido?
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